En los buenos tiempos se venden mucho, adquiridos por hambrientas personas que van y vienen de sus trabajos y se detienen en Arina’s Hangout, una diminuta fonda cercana a la estación de tren. Pero las ventas han caído hasta casi la mitad, sombrío reflejo del bache económico ruso.
“Físicamente hay menos gente”, dijo Irina A. Safonova, la propietaria del establecimiento y quien durante un reciente día de entre semana se hallaba sirviendo pays a clientes que tardaban en llegar. “Antes se hacían filas. Ahora mire”.
Los rusos están experimentando la primera baja sostenida en sus estándares de vida durante los 15 años desde que asumió el poder el presidente Vladimir Putin. El rublo ha caído a la mitad en comparación del dólar, arrastrado por el precio en picada del petróleo, el sostén de la economía rusa. En consecuencia, se han disparado los precios de los productos importados, volviendo considerablemente caros el té, el café instantáneo, la ropa infantil y las mochilas para regresar a la escuela.
Las cosas empeoran debido a las prohibiciones en represalia que Rusia hizo a las importaciones de comida luego de que Estados Unidos y la Unión Europea impusieran sanciones por sus actos en Ucrania, política que este mes tomó un giro extraño cuando el gobierno destruyó miles de toneladas de lo que dijo eran alimentos importados ilegalmente entre los que había queso y duraznos.
El menor suministro significa que los que sigue habiendo cuestan más, aun si son de producción local. Los rusos están pagando 33 por ciento más por el aceite de girasol, 20 por ciento más por el yogurt y 75 por ciento más por las zanahorias respecto a los precios de hace un año, de acuerdo con estadísticas gubernamentales. (Por su parte, las sanciones occidentales han elevado a las empresas rusas el costo de pedir préstamos, pero no han tenido impacto directo en la inflación que está afectando las carteras rusas).
En el último trimestre la inflación ha reducido más del ocho por ciento el poder adquisitivo de los salarios rusos, a comparación del mismo periodo del año pasado. Y en un indicio de que lo peor dista de haber terminado, durante el segundo trimestre la economía se contrajo un drástico 4.6 por ciento, respecto al año pasado, entrando oficialmente a su primera recesión desde 2009.
“Es horrible”, dijo Elena Shcherbakova, una vendedora de zapatos de 47 años cuyo ingreso, basado parcialmente en las comisiones, desde el año pasado ha caído casi 33 por ciento. Shcherbakova dice que ahora compra en supermercados de descuento, adquiere las salchichas más baratas y cuenta cuidadosamente los envases de yogurt en vez de echarlos por montones al carrito como solía hacer.
No queda claro lo que esto significa, si es que algo, para Putin. Los problemas palidecen a comparación de la turbulenta década de los 90, cuando los salarios de la gente cayeron casi a la mitad. Los rusos tienen una capacidad inmensa de estoicismo, mientras que los jardines que por todas partes hay vuelven más flexibles los presupuestos. Los índices de popularidad de Putin se han mantenido altos desde que el año pasado fue anexada Crimea, algo enormemente popular entre los rusos.
Sin embargo, las cuentas están resultando difíciles. En el nuevo borrador presupuestal dado a conocer en julio, el Ministerio de Finanzas propuso suspender la práctica de elevar las pensiones de acuerdo con la inflación, maniobra políticamente polémica que podría representar un golpe a la base más leal del presidente Putin. Las inversiones, el alimento de una economía hambrienta, se han venido abajo desde las sanciones occidentales, las cuales bloquearon asimismo la capacidad de Rusia para solicitar préstamos en los mercados globales.
“No tienen salida”, dijo Sergei Guriev, profesor de economía en París en Sciences Po. “A menos que los precios del petróleo suban, tienen ante sí un callejón sin salida”.
Miércoles, 19 Agosto 2015 10:52
Empiezan rusos a sentir caída del rublo
Ramenskoye, Rusia— En esta pulcra población situada al sur de Moscú, el pirozhok, el pequeño pay relleno de repollo y carne tan común en la dieta rusa, constituye un parámetro básico de la actividad económica.