Los surcos de las calles que caminan junto al arroyo Tenquique se desdibujan al final de la loma donde sólo se ven ya unas pocas fincas. Ahí la gente comienza a levantar sus jacales con palos y láminas y ya como pueden terminan por sustituir con ladrillos.
El suelo se comenzó a cimbrar, lo que llamó la atención de las mujeres y niños que se asomaron.Decenas de empleados del Ayuntamiento de Zapopan, entre policías y burócratas variopintos, llegaron acompañados de dos máquinas de construcción, contó Miguel Ángel, también conocido por sus vecinos como el “Sindi”, por “sin dientes”, en alusión a los dos incisivos centrales que le faltan en su dentadura: “Nos dijeron que teníamos 30 minutos pa sacar nuestras cosas, que porque iban a tumbar las casas”.
Un contingente de servidores públicos se apostó en el camino de ingreso a ese sitio para que nadie más entrara, mientras apuraban a los moradores a sacar sus bienes. Eran las viviendas de Arturo, Galván, de “Miguis” y Miguel Ángel.
Este último era el único hombre en el lugar, los otros tres se habían ido a trabajar, por lo que sólo demandaron la salida de las mujeres y los más de 10 niños en las cuatro viviendas, junto con Miguel Ángel.
Se les ofreció albergue en el DIF, pero todos lo rechazaron para guarecerse con familiares. Tenían que llevarse lo que pudieran y el resto iba a una bodega municipal donde lo resguardarían.A regañadientes salieron. Berenice estaba embarazada de su quinto hijo, a punto de dar a luz. Miguel Ángel no opuso resistencia: “No, ¿pus tú crees, con tanto gobierno?”. Un antimotines le exigió por las buenas que saliera o se lo llevaba, por lo que como pudo sacó lo que tenía en su choza de palo y cartón.
Las autoridades informaron el jueves que se derribaron 20 viviendas irregulares asentadas en zonas de riesgo, y que sólo responderían por las que tuvieran más de cinco años.
En El Tizate se amolaron, porque llevaban cuatro años y, como dijo Aurelia Rodríguez, ellos nomás llegaron y “se sentaron”.
Al sacar los bienes comenzó la demolición de las viviendas. El operativo ahí duró siete horas. Lilia Ávila lamentó la suerte de su cuñado Arturo y de Berenice, pues ellos ya llevaban bien aventajada con materiales la finca: cuatro cuartos, aljibe, baño…Todo se echó abajo. Su queja fue que llegaron sin previo aviso.
Frente a sus casas había otras cuatro o cinco viviendas que corrieron con buena suerte. A Lilia, la organización no gubernamental “Un techo para mi país” le construirá una casa de madera la próxima semana. Las cuatro familias desafortunadas no tienen ni el terreno, pese a que querían llegar a un acuerdo con el ejidatario para que se los vendiera.
Las tres familias se establecieron temporalmente con familiares a la espera de hallar un hogar; Miguel Ángel, en cambio, permaneció en el mismo sitio, donde vecinos lo ayudaron a colocar un tapanco en unas bardas.
Las autoridades negaron la falta de advertencia, pues empleados municipales llegaron el domingo para notificarles que era inminente el desalojo por el riesgo de habitar esas viviendas, aseveró el comisario de Seguridad Pública, Hernán Guízar.
El Informador