Según los abogados de Richard, la mujer vive en una granja en el campo porque no puede soportar la exposición a las conexiones de Wi-Fi. La demandante afirmó que sufre sensibilidad electromagnética y que la exposición a los teléfonos móviles, Wi-Fi y televisores le causa una incomodidad extrema.
Se trata del primer caso en la jurisprudencia francesa en el que se da la razón a una demandante por sensibilidad electromagnética, lo que crea un precedente legal en Francia.
Marine Richard, experiodista en una emisora de Marsella, poeta y dramaturga galardonada, de 39 años, vive desde hace cinco en un valle perdido de la región del Ariege, en los Pirineos centrales. Una choza de pastor precariamente habilitada, sin ruta de acceso y en la que en invierno puede quedar aislada por hasta dos metros de nieve, es el refugio que tuvo que agenciarse como remedio a su afección: el síndrome de hipersensibilidad a las ondas electromagnéticas, una enfermedad no reconocida oficialmente como tal por la Organización Mundial de la Salud y de la que en Francia se reclaman afectadas 70.000 personas. Fobia a las ondas de la telefonía móvil, el wifi y las antenas parabólicas.
"En cuanto salgo de este lugar tengo problemas del ritmo cardíaco, fuertes neuralgias, problemas de concentración y memoria", explica esta mujer que dejó profesión, amigos y colegas para internarse en su apartada nueva residencia, sostenida por su familia."Quemé todos mis ahorros en tratamientos", explica la mujer en una entrevista radiofónica, después de que la sentencia de un tribunal de Toulouse reconociera por primera vez en Francia los "signos clínicos irrefutables" de una rara patología no reconocida.
La mujer había pedido tal subsidio por tres motivos, citados en la sentencia: comprar leña para calentarse, remunerar a los vecinos que le suministran alimentos y demás necesidades básicas periódicamente, así como para aumentar la seguridad y habitabilidad de su cubículo ante los embates del invierno.
La sentencia establece que la sintomatología de Merine Richard "desaparece en cuanto las causas son eliminadas" y explica que tal eliminación "impone un modo de vida y unos sacrificios tan extremos que no permiten la menor sospecha de simulación".
Sin estar del todo reconocida, la hipersensibilidad a las ondas electromagnéticas es admitida como realidad social en Suecia, donde el colectivo de afectados se estima en 280.000 personas.
La sentencia del Tribunal de Toulouse es importante precisamente porque esa dolencia no está reconocida en Francia, explica Etienne Cendrier, portavoz de la asociación Robin de los Tejados (Robin des Toits, el nombre juega fonéticamente en francés con el de Robin de los bosques), que lucha contra los efectos en la salud por la exposición a las nuevas tecnologías de telecomunicación sin hilos."Es un gran paso adelante. Como suele ocurrir, la justicia va por delante de las políticas", dice.