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Martes, 14 Octubre 2014 21:57

Los restos hallados en fosas no son de ninguno de los 43 desaparecidos de Ayotzinapa

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Policías durante la búsqueda de los desaparecidos en Iguala. / EFE

Hay cadáveres, hay fosas, hay asesinos, pero nada cuadra. La errática investigación de las autoridades mexicanas por la desaparición de 43 estudiantes de magisterio alcanzó esta tarde el cénit de la confusión, cuando el procurador general, Jesús Murillo Karam, descartó que los 28 cadáveres calcinados y hallados en las afueras de Iguala perteneciesen a los normalistas.

 

El anuncio siembra de interrogantes un caso poliédrico donde, tras 19 días de pesquisas y medio centenar de detenidos, el enigma principal, el paradero de los muchachos de la escuela de Ayotzinapa, sigue sin aclararse.

La primera posibilidad que abre el descarte, basado en las pruebas de ADN, es que los jóvenes, como mantienen sus padres, permanezcan con vida y estén secuestrados por los narcos, burlando la búsqueda conjunta que llevan a cabo desde el 27 de septiembre el ejército, la marina, la policía federal, la estatal y los servicios de inteligencia en pleno. Se trataría del secuestro masivo de mayor duración que recuerdan los anales de la historia reciente de mexicana.

Otra hipótesis más funesta es que los cuerpos se encuentren en las fosas que aún quedan por abrir u otras que buscan los investigadores. En esta línea, el director de la Agencia de Investigación Criminal, Tomás Zerón, anunció este martes el hallazgo de una nueva fosa clandestina, aunque no facilitó nuevos detalles. El testimonio de los dos sicarios que confesaron haber asesinado a 17 estudiantes tras su entrega por la policía municipal podría cuadrar con esta variante, aunque, para rizar el rizo, los investigadores admiten que también cabe que no dijesen realmente dónde los enterraron o que ellos no lo hiciesen.

De confirmarse este callejón sin salida, la historia de los normalistas quedaría atrapada en el tenebroso mundo de los desaparecidos. Ahora mismo hay más de 13.000 casos reconocidos oficialmente en México, entre ellos, algunos tan espantosos como las 300 personas (incluidos ancianos, mujeres y niños) secuestradas a plena luz a del día por Los Zetas en marzo de 2011 en la localidad de Allende (Coahuila) por una venganza. Tres años después no se conoce su paradero y los restos hallados en diferentes fosas no han sido identificados. Las familias de las víctimas aún mantienen la esperanza de que estén con vida.

Algo similar, aunque a menor escala, ocurre con los estudiantes de Iguala. Muchas son las preguntas, pocos los avances sólidos y enormes las sorpresas en este caso que cada día ofrece una novedad más siniestra que la anterior. La de hoy, a fin de cuentas, es que hay 28 cadáveres, hallados en el paraje de Pueblo Viejo, que nadie sabe quiénes son. Y que se añaden a las seis personas muertas la terrible noche del 26 de septiembre en Iguala en una matanza cuyo alcance real aún sigue sin despejarse.

Jan  Martínez Ahrens

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