En los últimos dos años se ha duplicado la cantidad de franeleros que ocupan las calles del Centro Histórico de Coyoacán. Aunque no hay un censo oficial, las asociaciones de vecinos calculan que en la zona hay entre 300 y 500 cuida coches, quienes obtienen ganancias semanales que van de los 2 mil a los 5 mil pesos por persona. Los “viene-viene”, como se les llama coloquialmente, cobran desde 10 y hasta 100 pesos por cuidar los autos por algunas horas.
Este negocio, señalan franeleros y vecinos consultados por EL UNIVERSAL, es controlado por líderes del comercio informal, quienes tienen acuerdos extraoficiales con autoridades de la delegación Coyoacán. Cada franelero, aseguran, tiene que “aportar” entre 300 y 500 pesos semanales, para garantizar su permanencia.
Un cálculo realizado por EL UNIVERSAL, con base en las estimaciones de líderes vecinales y franeleros, establece que el negocio de cuidar coches podría alcanzar los 5 millones de pesos al mes, un millón menos de lo que generan mensualmente los parquímetros de la zona Roma-Condesa.
Las fuentes consultadas atribuyen el aumento de franeleros a la inminencia del establecimiento de parquímetros en la zona. Los beneficiarios de este negocio informal estarían tratando de obtener la mayor cantidad de ganancias, antes de ser sustituidos por máquinas que cobrarían de manera legal el tiempo de estacionamiento. Y para todo ello, dicen los franeleros, cuentan con el apoyo de funcionarios de la delegación Coyoacán.
EL UNIVERSAL buscó la versión de Mauricio Toledo, jefe delegacional, pero no hubo respuesta.
La expansión del "franelerismo"
Armida jura, por Dios, que cuando llegó el primero de ellos a Coyoacán, hará unos 20 años, los vecinos los veían con buen semblante. Eran los que cuidaban los coches, las calles. Prestaban un servicio. Ahora se les mira como a un adversario, un enemigo peligroso que acecha, entre amenazas y fuerza, y termina por disputarle a todos la propiedad de la calle.
Los franeleros. Cuidacoches. Viene-viene. “La plaga de nuestra decadencia”, como les dice media Ciudad de México, quienes se avecindaron frente a su casa, en la calle Cuauhtémoc del centro de Coyoacán, y ahora le cobran cuotas que van de los diez a los cien pesos, según el día y la hora, por estacionar su auto frente a su propia puerta. O atenerse a las consecuencias de su negativa. Lo más caro es estacionarse en la noche, principalmente cerca de los bares de moda.
Franeleros. Conocidos así por el pedazo de tela roja, amarilla o blanca, que utilizan para señalar a los automovilistas el espacio disponible para estacionar el auto en la calle y cobrar por ello. Actividad que en el Centro Histórico de Coyoacán, patrimonio arquitectónico de la ciudad de México, constituye hoy “un verdadero peligro social”.
—Al principio había un señor nada más, un señor que venía aquí a trabajar y era educado, tenía ocho hijos, que se trajo también, y luego ocho sobrinos, que se quedaron huérfanos, entonces ya eran 16 y luego 24 y así. Ahora es un montón, gente agresiva muchos de ellos, que te insultan, te amenazan; ha habido daños, han llegado a ser un verdadero peligro social y sin que se pueda hacer nada— dice Armida, una ex maestra de 60 años.
La crisis se ha expandido, dice Leticia Perdiz, activista de la Asociación de Vecinos de Villa Coyoacán: el número de franeleros en la zona se ha duplicado, o triplicado, en una cuantía que nadie, hasta el momento, puede determinar:
—Ahora en la calle tenemos tres (franeleros). Y ahora hasta se dividen en turnos, mañana, tarde y noche, y los sábados y domingos ni se diga, son muchos más— dice.
—Hay una expansión territorial del franelismo, que ha llegado a lugares en donde no estaban antes— tercia el embajador Lorenzo Vignal, otro líder vecinal.
Vignal declara que “en lugares tan emblemáticos como la Plaza de Santa Catarina, donde ya hay franeleros, cuando hace seis meses no había, o en los Viveros, desde Universidad hasta Ayuntamiento”.
En reunión con siete representantes y ex representantes vecinales de la zona, se les pregunta “¿Cómo cuántos franeleros serán?”.
“¡Cientos! ¡Quién sabe! ¡Muchos! ¡Como quinientos! ¡Más de doscientos! ¡Nadie sabe! ¡Decenas nada más en una calle! ¡No se puede saber! ¡En mi calle hay más de 10! ¡Cada vez son más! ¡Calculamos entre 300 y 500!”,dicen
Luego de la respuesta en conjunto, Armida declara que “no hay censos. Nos hemos cansado de pedirle un censo a la autoridad. No le conviene a la autoridad porque los franeleros son carnita electoral. Por eso los mantiene”.
Los líderes vecinales reflexionan y sostienen que los franeleros son “el reflejo de lo que está sucediendo en el país. Al final los franeleros son empleos, subempleos vaya, pero que representan un ingreso para esa gente, pero ese no es el problema”.
Para Héctor Zubiaur, recién elegido Consejero Vecinal en El Carmen, “la corrupción es el problema de fondo, que es muy grave, es que la autoridad solapa la corrupción que se genera con los franeleros”.
— Corrupción e impunidad (son los problemas)— dice Carolina Flores, también representante vecinal. Para ella “la autoridad solapa porque le conviene. Es un problema que ya ha crecido demasiado y no quieren parar”.
Y con la mención de que el incremento del fenómeno coincide en tiempo y gravedad con la llegada de la nueva administración delegacional, la sola mención de un nombre logra que el grupo de representantes vecinales haga un silencio preciso, definitivo: Mauricio Toledo.
El nombre del jefe delegacional no cae bien en este grupo de personas que se queja de la problemática de los franeleros.
“De a 300 varos para delante”
No quiere que lo grabe. Tampoco que anote su apodo. “Así es la cosa mi Cuñao”. Lo conocí y nos hicimos cuates durante el tiempo que la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) tuvo una sede en la calle Ortega.
—Tú llegas a un acuerdo con el bueno y te deja estar. Todo es por meses. Va cambiando Cuñao. Así va el pedo— dice el hombre.
—¿Y quién es el bueno?— se le pregunta al franelero.
—El bueno está en la delegación. ¿Para qué le buscas? Uno trabaja para la papa Cuñao y para darles a esos para sus chicles ¿O qué? ¿Me muero de hambre? ¿Qué? ¿Sí quieres saberlo? Pregúntale a Toledo, mi Cuñao—, dice.
—¿Cuánto les das?
— La cuota es de a 300 varos para delante, carnal. Estos traen hambre. Y fin de semana más ¿eh? Pura delegación nomás.
Al hombre se le cuestiona cuánto gana. “Por ahí de dos (mil) varos cuando no es muy bueno, más o menos, pero sí andas sacando eso en una semana”, declara.
—¿Y los que venden grapas?—se le pregunta al hombre.
— Esos sacan más. Pero ahí no me meto. Mis chavos están y mi señora allá en Malintzin—, dice.
Lo que dice el Cuñao se parece a lo que afirman los representantes vecinales. “Nos lo han comentado nuestros franeleros que ahora, a partir de la nueva administración, les piden 500 pesos a la semana”, afirma Leticia Perdiz.
Y los problemas colaterales han empezado a aparecer: delincuencia, venta de drogas, robo de casas, asaltos. Todo.
¿Hay corresponsabilidad directa del delegado Toledo? ¿De sus colaboradores? No hay posibilidad de plantearle la cuestión. Al cierre de la edición Toledo no ha contestado a la petición de entrevista
Franeleros rayan los coches
“Muchos (franeleros) rayan los coches y ponchan las llantas a quienes se niegan a pagar”, dice el vecino Héctor Zubiaur.
Un franelero en Carrillo Puerto me pregunta si me voy a tardar. “Son 30 pesos. Aquí se lo cuidamos”, dice. Le pregunto “¿Cómo me lo vas a cuidar si te vas?” No contesta. Me voy. No le doy un peso.
El Universal