El plan del nuevo Gobierno mexicano para sacar del coma a Pemex va concretándose con nuevas medidas de reanimación. Más inversión, más refinerías y protección del Ejército son las últimas inyecciones anunciadas. Tras sucesivos recortes en años anteriores, los presupuestos generales aprobados la semana pasada le conceden un 18% más de financiación. El impulso inversor será destinado sobre todo a relanzar la producción y exploración de barriles de crudo así como a fortalecer la red de refinerías. Como colofón, este jueves se anunció el despliegue de 4.000 efectivos de la Policía federal, Ejército y Marina para blindar las instalaciones ante el robo de combustible, otro de los agujeros de la compañía.
La petrolera estatal mexicana, la mayor empresa del país y una de las más grandes de Latinoamérica, lleva en caída libre desde hace más de una década. El ritmo de producción actual ronda los 1,7 millones de barriles diarios, cuando en 2004 era de 3,3 millones de unidades. El desplome financiero ha ido paralelo a la carestía de crudo: en 2017 perdió 16.300 millones de dólares, un 74% más que en 2016, y la deuda financiera engordó hasta un total de 105.000 millones.
El objetivo del Gobierno es conseguir aumentar el bombeo de barriles hasta una horquilla de entre 2,4 y 2,6 millones diarios para 2024. El núcleo duro de la compañía, la división de Exploración y Producción, ha aumentado un 11% su presupuesto y la hoja de ruta es cavar 117 pozos nuevos con la palanca de los contratos con firmas privadas al amparo de la reforma energética. “No estoy exagerando. Es algo parecido a lo que tuvo que hacerse en 1938. Es un nuevo rescate de Petróleos Mexicanos”, dijo López Obrador durante la presentación de su plan en alusión a la nacionalización del sector a manos de Lázaro Cárdenas, uno de sus faros ideológicos.
David Marcial Pérez