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Miércoles, 01 Marzo 2017 18:11

El burdel de Los Rojos

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El burdel de Los Rojos Cuartoscuro

Cuando “Amanda” llamó, hace varias semanas, desde el sitio en el que está escondida, me costó trabajo creer su historia. Hablamos cerca de una hora. Lo que me dijo me arrebató el sueño.

Pasaron varios días. En un sobre marcado como “Confidencial” me llegó una copia de la declaración que “Amanda” rindió el 19 de junio de 2014 ante la Unidad Especializada en Investigación de Tráfico de Menores, Personas y Órganos de la PGR. Ahí estaba, con los membretes de la SEIDO, todo lo que ella había contado.

La historia comienza en Morelos, en 2009, del mismo modo en que comienzan todas las historias de trata: “Amanda” conoce ese año, a las puertas de la secundaria donde estudia, a un sujeto apodado “El Boloncho”. Ella tiene 12 años; él, cerca de 20.

“Se me acercó, me dijo que quería conocerme y que saliéramos algún día —relató ‘Amanda’—. Yo lo ignoré y me fui caminando a mi casa”.

El acoso duró semanas. Un día “El Boloncho” la acorraló y le dijo que no la dejaría ir hasta que ella aceptara ser su novia. “Para que me dejara de molestar le dije que sí”, declaró la adolescente.

Al poco tiempo le dijeron que “El Boloncho” trabajaba para Los Rojos “y que en las noticias salían sus relajos, es decir, homicidios, secuestros, venta de drogas”.

A mediados de 2009 tropezó con él en Xochitepec. Él le pidió un favor: que fuera a entregar un paquete. “Amanda” se negó. La respuesta fue “que no me estaba preguntando, que era una orden y la tenía que acatar, porque yo ya era de él”.

“El Boloncho” la amenazó con ir a buscar a una de sus hermanas para que hiciera el encargo, y prometió que si no lo obedecía asesinaría a su padre. Ella llevó el paquete al balneario Ex Hacienda de Temixco. Ahí lo recogió alguien apodado “El Patachín”.

Una semana más tarde, “El Boloncho” la envió a entregar otro paquete, que venía envuelto para regalo.

Un lunes de julio la adolescente fue obligada a faltar a la escuela. “El Boloncho” la citó muy temprano, le entregó varias cajas envueltas para regalo y subió en un auto en el que viajaban otros miembros del grupo criminal. Hicieron entregas en Chiconcuac, Alpuyeca, Temixco y Jiutepec.

Un sábado, “El Boloncho” le exigió que fuera temprano a las canchas de Xochitepec y se quedara viendo los partidos de basquetbol, hasta que ciertas personas fueran en busca de los paquetes. Un domingo le obligó a hacer lo mismo, pero ahora en la banca de una iglesia.

Un día “Amanda” decidió no seguir adelante y faltó a la cita. “El Boloncho” la sacó de la escuela, alegándole al director que el papá de la muchacha se había puesto mal, la subió a una camioneta y le asestó una golpiza.

Ese día, dice “Amanda”, su verdugo le puso una capucha en la cara, la amarró de pies y manos, y le dijo que se había ganado “pasar al siguiente trabajo”.

“Luego de una hora con diez minutos llegamos a un lugar”, dijo “Amanda”. Se lee en su declaración que le dieron “ropa sugestiva de colegiala”, y tras la amenaza de hacerle caer “una lluvia de fregadazos”, la arrojaron al interior de un bar decorado en rojo y negro. Ahí había “unas veinte chicas con disfraces sugestivos y con babydolls, había chicas desde los doce años, igual que yo, hasta los veinte”.

Ese día la rifaron. Se la ganó un hombre al que apodaban “El Grifo”. La llevaron a una habitación. “Empecé a gritar como loca desesperada y a golpear la puerta”, relató. “El Boloncho” y otro hombre, apodado “La Gorda”, la condujeron a un vestidor. “Ahí me agarraron a puñetazos en la cara y el estómago… Me dijeron no estábamos para pendejadas, que ahí se iba a trabajar y punto”.

“Amanda” afirma que por la tarde la llevaron de regreso a su casa y que le dijeron que no contara nada “por su bien”.

Durante el resto de la semana, “El Boloncho” la recogió en la secundaria y la llevó con la capucha puesta al mismo burdel. Le informaron que “El Grifo” había pagado para estar con ella durante una semana, “por lo que me tenía que portar bien, ya que él tenía un cargo político muy importante en Guerrero”.

Esa semana “Amanda” descubrió que las mujeres del burdel se clasificaban en “grandes” y “chicas”. “Las ‘grandes’ tenían de diez a veinte años —dice—. Las ‘chicas’… de dos a nueve”.

Según su declaración, las “chicas” eran hijas de migrantes centroamericanos a los que los narcotraficantes habían asesinado, e hijas de adictos que las habían cambiado por droga. “Amanda” afirma que el burdel estaba en Taxco, que las habitaciones de las “chicas” estaban pintadas “con decoraciones de princesas”, y que vio morir asesinadas en el burdel de Los Rojos a varias niñas y adolescentes.

Esta historia se halla en la averiguación PGR/SEIDO/UEITMPO/ 164/ 2014. Yo desearía, sinceramente, que no fuera real.

 

El burdel de Los Rojos (II)

 

“Amanda” tenía 12 años cuando fue obligada a prostituirse en un burdel de Taxco, ligado a la organización criminal de Los Rojos.

El hombre que la enganchó a las puertas de una secundaria de Morelos, apodado “El Boloncho”, la utilizó también para enviar droga y armas a diversos puntos de Morelos y su zona limítrofe con Guerrero.

Según la averiguación previa PGR/SEIDO/UEITMPO/164/2014, bajo la amenaza de que su hermana y su padre serían asesinados, la adolescente fue obligada a llevar paquetes envueltos para regalo a una de las puertas del balneario Ex Hacienda de Temixco, en donde la esperaba un sujeto cuyo mote era “El Patachín”.

A bordo de un Tsuru de color plata en el que viajaban otros miembros de la organización criminal, “Amanda” llevó paquetes a Chiconcuac, Alpuyeca, Temixco y Jiutepec.

“Nunca fui a un domicilio o a un lugar en particular —recordó—, simplemente llegaba y había personas esperándome a bordo de vehículos… Me daban la instrucción de a qué coche dirigirme con el paquete, ellos ya sabían a quién tenía que entregar los paquetes”.

“Amanda” declaró que entendía que era droga lo que se encontraba en el interior de los envoltorios, “sin embargo nunca supe cuánta era, ni cuánto costaba, ni qué droga era exactamente”.

Una vez le entregaron 200 mil pesos a cambio del envoltorio; en otra ocasión le dieron 500 mil. La promesa de los delincuentes era que si se portaba bien y hacía lo que le decían, finalmente la dejarían en paz.

De acuerdo con la declaración, el burdel estaba a cargo de un sujeto apodado “Garabatos”. Al lado del burdel, declaró ella, había una bodega de droga.

Durante la primera semana que “trabajó” en ese sitio, un personaje conocido como “El Grifo” —y del que le dijeron que “tenía un cargo político muy importante en Guerrero”— pagó “exclusividad” para estar con ella. Pasado ese tiempo, relató la adolescente, “ya no fui exclusiva de ‘El Grifo’, ya tenía que estar con todos los clientes”.

Como relaté en la entrega anterior, según la información que “Amanda” entregó al Ministerio Público federal, las víctimas de Los Rojos se dividían en “grandes” (las que tenían de diez a veinte años de edad) y “chicas” (las que tenían de dos a nueve años).

“Había como 50 ‘grandes’ y como 30 ‘chicas’”, recordó.

Afirmó “Amanda”:

“A las dos semanas atendía de cinco a diez personas, tenía relaciones sexuales con ellos de diez a quince minutos y me dejaban descansar entre cada uno de ellos de quince a veinte minutos. A la tercera y cuarta semana, incrementó hasta treinta clientes por día”.

Las víctimas, dijo, eran arrebatadas en diversos lugares del país a migrantes centroamericanos, e incluso vendidas por sus propios padres a cambio de droga (cuando el grupo criminal obtenía niños, estos “eran entrenados como halcones”).

En uno de los pasajes más estrujantes de la declaración, la adolescente afirma que “en alguna ocasión ‘El Grifo’ solicitó que una niña de quince, una niña de cinco y una de doce tuvieran relaciones con él”.

“Amanda” afirma que “El Boloncho” murió en un enfrentamiento con federales en el estado de Morelos, y que entonces ella quedó en poder de un hombre apodado “La Gorda”. “Como era obediente y hacía todo lo que me decían, me volví una de las de confianza”, recuerda. De ese modo la pasaron al grupo “avanzado”, encargado de dar servicio a políticos guerrerenses “y gente del espectáculo”.

La adolescente logró escapar y obtuvo el apoyo de su padre, así como el de la Comisión Unidos Contra la Trata. Hoy, ambos viven escondidos en algún lugar del país.

Hace unos días, la Red por los Derechos de la Infancia, Redim, reveló que 6 mil 725 niños y adolescentes, de entre 0 y 17 años, fueron reportados extraviados o desaparecidos entre 2006 y 2014, de acuerdo con los registros de la Comisión Nacional de Seguridad.

Siete de cada 10 personas desaparecidas en aquel periodo eran mujeres de entre 0 y 17 años.

En Tamaulipas, el Estado de México y Guanajuato se concentró el 43% de esas desapariciones.

En el Estado de México, uno de los lugares más infernales del país, desaparecieron en ocho años 562 niños y adolescentes; 396 víctimas eran niñas.

De hecho, en 24 estados del país —las excepciones: Tamaulipas, Nuevo León, Sinaloa, Michoacán, San Luis Potosí, Nayarit, Baja California Sur y Morelos—, se registran más desapariciones de niñas y adolescentes, que de varones.

Las edades más peligrosas son de 0 a 4 años, y de 15 a 17.

Redim asocia las desapariciones de este último grupo etario con trata de personas y explotación sexual.

 

Héctor de Mauleón, El Universal

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