Mediante un video que difundió a través de su cuenta de facebook, Diego Alberdi Nakakawa, estudiante de comunicación del Iteso acusa a policías de Guadalajara de abuso, ya que considera que su arresto fue injustificado.
El joven señala que su detención ocurrió el 10 de febrero Cerca del Hospicio Cabañas, mientras elaboraba una práctica escolar de fotografía junto con Joseph Cirino y Ana García Ibarra, sus compañeros de clase en el ITESO.
Ana García Ibarra, Foto: Facebook
Joseph tomaba fotografías para registrar las deficiencias de la ciudad en materia de movilidad urbana cuando observó que un camión de traslado de valores infringía el reglamento de vialidad y le tomó una fotografía.
Diego Alberdi Nakakawa relata que los custodios de valores le indicaron al joven que no podía tomar fotografías a vehículos de segudidad. Ante la discusión el estudiante pidió ayuda a policías tapatíos.
A la discusión se sumaron también los policías tapatíos y tras un rato de alegatos se llegó al acuerdo de finiquitar el asunto mediante un perdón entre todos.
Sin embargo, Ricardo Rodríguez González, un comandante de la Policía tapatía se habría burlado del resultado final del acuerdo, lo que molestó a Joseph, quien contestó la provocación, por lo que el oficial ordenó su arresto.
Mientras el estudiante era llevado a la patrulla, Diego Alberdi los siguió para ver que lo subieran en una unidad oficial, pero cuando el comandante se dio cuenta también ordenó el arresto de Diego.
Ana García Ibarra que grababa el traslado también fue detenida y trasladada a los separos de la corporación de policía.
Horas después los jóvenes recuperaron su libertad tras firmar un acta, cuyo contenido no estuvieron de acuerdo.
Tras la difusión del video, Salvador Caro Cabrera, Comisario de Seguridad de Guadalajara, informó en su cuenta de twitter que ya investiga el caso y que miércoles 17 de febrero sostendrá una reunión con los estudiantes afectados.
El funcionario asegura que irá acompañado de Guadalupe Morfín Otero, presidenta de la Comisión Edilicia de Derechos Humanos y Equidad de Género del Ayuntamiento de Guadalajara.
Versión del estudiante del Iteso, Diego Alberdi Nakakawa, fuente de Facebook:
Soy Diego Alberdi Nakakawa estudiante del ITESO de 9no semestre de ciencias de la comunicación. Me gustaría empezar esta historia desde el momento de mayor relevancia, escribo y pienso en los gritos de los policías que me arrestaron junto con dos compañeros de la carrera. Pien...so en los gritos de mis demás compañeros y en los chiflidos de la gente hacia los policías.
La muñeca me duele al escribir gracias a las esposas. Pero quiero acabar esto, quiero darle un poco de sentido a todo lo que pasó.
La mañana del 10 de febrero (2016) salí del ITESO hacia el centro de Guadalajara con mi compañera y amiga Ana García Ibarra quien me acompañó a una práctica de fotografía documental fuera de las instalaciones de la universidad. Llegamos al centro a las 11:50 de la mañana y enfrente del Teatro Degollado nos juntamos con todos los compañeros de la clase de fotografía. Después de escuchar las instrucciones del profesor, nos separamos en pequeños grupos a cubrir los temas personales que cada alumno escogió como proyecto. En mi pequeño grupo íbamos seis personas. Entre esas personas estaba mi compañero Joseph Cirino cuyo tema de proyecto son las deficiencias en la movilidad urbana de la ciudad de Guadalajara. Mientras caminábamos por el andador turístico que va desde el Teatro Degollado hasta el hospicio cabañas, Joseph tomó varias fotos de automóviles que entraban y salían a su antojo de un andador que es exclusivamente peatonal. Su última foto fue de una camioneta de policía privada “panamericana”. Al tomar la foto, los agentes lo apuntaron directamente con su escopeta, alegando que no podía tomar fotos a un vehículo como ese. Joseph aceptó que probablemente eso es cierto pero como estaban incurriendo en un falta de vialidad, quería tener las pruebas. Pidió ayuda a tres oficiales femeninas de la policía municipal del ayuntamiento para denunciar la irregularidad de la unidad blindada, los trabajadores del camión se burlaron de mi compañero y continuaron su labor, los agentes ignoraron la denuncia ciudadana, Joseph pidió ayuda a otros dos oficiales que se encontraban en el patio del hospicio cabañas y lo asistieron para intentar darle seguimiento a la denuncia.
Supongo que todo fue más lento de como lo vivo yo en mi mente. Mis recuerdos me hacen pensar que las cosas sucedieron demasiado rápido. Lo siguiente que recuerdo es que la discusión con los policías y los agentes de seguridad privada, subió de tono hasta llegar al momento en que los agentes del vehículo intentaron avanzar con nosotros por delante. Supongo que ese fue el momento en el que todo comenzó.
El camión golpeó a dos de mis compañeros al intentar avanzar y todo creció como una bola de nieve. El transporte de valores retrocedió y siguió su camino, nosotros seguimos discutiendo con los policías hasta que aceptaron llamar a vialidad para ver qué se podía hacer. Joseph corrió hacia el vehículo junto con los policías para detenerlo. El problema creció. Llegaron más oficiales de Guadalajara y así como en una película policiaca, comenzaron el juego del policía bueno y el policía malo. Unos decían una cosa, otros otra, entre ellas una joven agente nos dijo directamente que todos los policías eran diferentes y hasta de diferentes escuelas por lo que cada uno reacciona de diferente manera. Las cámaras de nuestros celulares comenzaron a grabar todo desde el momento en el que nos dimos cuenta que esto no paraba de crecer. Después de una larga conversación, decidimos aceptar una disculpa por parte del chofer del vehículo pero éste jamás accedió. La discusión continuó por casi una hora, nuestros demás compañeros faltantes y el maestro de la asignatura llegaron a intentar calmar los ánimos de una conversación que ya estaba demasiado elevada. No querría entrar en dimes y diretes entre los policías y nosotros. Uno, porque está en el video donde muchas cosas quedan claras y dos porque sería como entrar en el juego de yo dije que tu dijiste y eso nunca lleva a nada. Lo que sí puedo afirmar es que recibimos insultos, burlas, sarcasmos y gritos por parte de ellos. Ellos recibieron gritos y probablemente lo que ellos llamarían insultos porque fue justo eso lo que nos llevó a la cárcel.
Cuando parecía que ya todo estaba solucionado con un perdón por parte de todos, el comandante quien se identificó como Ricardo Rodríguez González, volteó con mi compañero y se burló del fin que tuvo el problema, mi compañero contestó la agresión y entonces decidieron arrestarlo. Lo llevaron a empujones hacia la calle y decidí seguirlos sólo para ver hacía dónde lo llevaban y asegurarme que lo subieran a un vehículo oficial, ya saben la paranoia de los estudiantes en el contexto actual. Corrí detrás de ellos a preguntar hacia dónde se dirigían y el comandante decidió arrestarme a mí también. Así como suena, increíble pero cierto, con tres gritos de su parte “a él también”, acabé en la patrulla. Mi compañera Ana Ibarra grababa el arresto a cierta distancia y cuando el comandante la vio, decidió que ella también se iba. Acabamos todos en la patrulla, nuestro profesor pidió que lo llevaran con nosotros para acompañarnos y se negaron.
Entre chiflidos, gritos y mentadas de madre por parte de los espectadores, nos sacaron del centro de la ciudad hacia la Barandilla. Llegamos cerca de las 2:10 de la tarde, nos catearon, nos quitaron agujetas y cualquier tipo de cordón, por aquello de los suicidios y nos metieron a los separos. Ahí un vez más todo cambió, los policías que hace algunos minutos se burlaban de nosotros y nos insultaban, se intentaban amables y el tono era otro por completo. Comparecimos delante de un juez y un abogado de oficio. Los oficiales aseguraron que los ofendimos de manera directa con “chingas a tu madre” “no vales madres” y demás groserías y después nos dejaron hablar a nosotros, los tres compañeros coincidimos en que estábamos ahí de manera injusta y que no insultamos a nadie, me cercioré de afirmar que llamar a alguien inepto cuando incumple con su trabajo, no era un insulto sino una realidad.
Es indescriptible lo que sentí al ver a los ojos al comandante y ver que mentía directamente en mi cara, su sonrisa ingenua casi infantil al decir que claramente lo habíamos ofendido todavía me enerva. Cuando les preguntamos si era verdad lo que nosotros decíamos, ellos volvieron a asegurar que nunca fuimos atacados ni irrespetados por los panamericanos, a pesar de haber estado presentes cuando pasó.
Nos regresaron a los separos a continuar la espera. Después de algunos minutos, los oficiales que nos arrestaron volvieron a intentar a arreglar las cosas hablando.
Nuestra desesperación era mucha y su oferta era buena. Pedíamos perdón, ellos pedían perdón y cada quien a continuar con su vida. Todos aceptamos. Pasó otra hora en lo que se redactaba el acta que firmaríamos todos en acuerdo y al poco tiempo nos dejaron salir a un área más cómoda. El trato fue otro completamente. Conversaron con nosotros, jugueteaban con lo sucedido y nos contaban experiencias personales.
Cuando el acta estuvo lista pasamos a leerla. Otra vez la sangre se me subió a la cabeza. Lógicamente, en el acta, los policías no habían hecho nada mal mientras que nosotros los habíamos agredido. Después de haber hablado en persona sobre qué fue lo que pasó y estar de acuerdo, al leer el acta todo estaba redactado como ellos lo declararon en un principio con la única diferencia de un perdón final por nuestra parte que ellos decidían recibir de manera casi caritativa para dejarnos en libertad. Al leerla el juez nos preguntó si queríamos cambiar algo pero el hartazgo era mucho y nuestro campo de acción poco. Firmamos y salimos.
Eran ya las cinco de la tarde.
Es de verdad inexplicable o por lo menos, por ahora poco descriptible el enojo e impotencia que sentí ese día.
La sangre me corría a mil por hora mientras sentía un atropello y un abuso intolerable por parte de las autoridades que de manera idílica están para asegurarnos.
Para nosotros se quedó en un susto, pero la violencia sistémica, el abuso de poder y los repetidos delitos por parte de las autoridades, no salen de mis pensamientos. Pienso en todos los ciudadanos y sobretodo en todos los estudiantes que son detenidos de manera arbitraria por un poder que continuamente ataca a los que tendría que defender. Pienso en el miedo que sentimos la mayoría de los mexicanos al ver un policía llegar. Pienso en los delitos cometidos en mí contra como ser grabado por un oficial de la policía o ser amenazado continuamente de arresto.
En un momento de la discusión un agente me preguntó: ¿Esta es la educación que te dieron, hacerla de pedo? Enérgicamente contesté que sí y hoy, aquí lo reitero. Sí, es esta la educación que me dieron, alzar la voz cuando nadie se atreve, defender mis derechos y no darle la espalda a los problemas sólo porque “no se van a solucionar”, no dejar que pisoteen mi libertad y decir, ver, observar e intentar mejorar el país en el que nací. Justo eso señor policía fue lo que me enseñaron mis padres, mis maestros y mis amigos y es gracias a todos ellos que estaba ahí defendiendo lo que creo que es correcto de defender.
Lo único que me queda, aparte de un susto, es la desesperanza. El sentimiento de darme cuenta que pelear contra un sistema cuyas bases están fundamentadas en la prepotencia, la ilegalidad y la burocracia, es casi imposible.
Mis pensamientos están con los desaparecidos, los torturados y los amedrentados, con las familias de las víctimas de violencia y todos los ciudadanos de un país que sufre día a día los abusos de poder que dan las pistolas y las instituciones."
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