Los detalles que podrían esclarecer el misterio del asesinato de John F. Kennedy están ahora a la vista de todos, luego de que este 26 de octubre fueran desclasificados 2.891 expedientes de la CIA y el FBI sobre el atentado contra el presidente estadounidense en noviembre de 1963.
Este plazo de publicación de los archivos fue establecido por el Congreso bajo una ley firmada por el presidente George Bush en 1992 para tratar de calmar las teorías de conspiración en torno al asesinato de Kennedy, atribuido a Lee Harvey Oswald en solitario.
Desde ese entonces, miles de estos documentos han sido revelados al público por los Archivos Nacionales.
"Seguir oculta"
El presidente Donald Trump cedió al final ante la CIA. La esperada liberación de los papeles secretos del asesinato de John F. Kennedy no fue completa. La Casa Blanca autorizó la publicación de 2.891 informes confidenciales, pero impidió que otros 200 vieran la luz. Considerados el núcleo oscuro de las pesquisas, estos expedientes serán sometidos a evaluación en los próximos seis meses y, excepto aquellos que supongan un riesgo para la seguridad nacional, se harán públicos antes del 27 de abril. 54 años después, las sombras se resisten a abandonar el crimen que hizo temblar el siglo XX americano.
Según el memorando de Trump, "la comunidad de EE.UU. espera y merece que el Gobierno proporcione el máximo acceso posible a los documentos sobre el asesinato del presidente John F. Kennedy, para que las personas por fin puedan estar completamente informadas sobre todos los aspectos de este suceso crucial".
Con ello, el líder estadounidense ha señalado que los departamentos ejecutivos y agencias le propusieron que "cierta información debería seguir oculta por intereses de seguridad nacional, el orden público y asuntos exteriores".
El portal WikiLeaks ha publicado en su cuenta de Twitter la promesa de "una recompensa de 100.000 dólares" por los documentos clasificados sobre el asesinato de Kennedy, en caso que demuestren "violaciones de la ley, ineficiencia o un error administrativo".
Estados Unidos aguardaba con ansiedad la liberación de todos los informes confidenciales. La ley de 1992 que los protegía expiraba este jueves y el mismo presidente había anunciado que se permitiría su publicación. Pero se sabía que la CIA estaba presionando para limitar su salida y censurarlos ahí donde viese en peligro sus intereses. Finalmente, logró su objetivo.
La forma de actuar de los servicios de inteligencia de la época es precisamente uno de los puntos sobre los que se espera que arrojen luz los documentos. Y no solo por sus juegos de poder. Los especialistas consideran que la CIA y el FBI sabían mucho más sobre Oswald de lo que dijeron a la Comisión Warren, encargada de la investigación del asesinato.
Comunista, desertor y colérico, Oswald era objeto de un intenso seguimiento por parte de los servicios de seguridad. Incluso su misterioso viaje a México, dos meses antes del magnicidio, fue detectado por los espías de Estados Unidos. “Las agencias disponían de más datos de lo que dijeron; si hubieran actuado conforme a su información, podrían haber evitado lo peor”, sostiene Phil Shenon, autor de JFK. Caso Abierto.
Esta omisión, que durante décadas ha perseguido a la CIA y el FBI, es uno de los platos fuertes de esta última tanda de documentos. Muchos aguardan que ahí figuren las revisiones internas a las que se sometieron y también que se revele intensidad de los seguimientos a Oswald, en especial su extraño periplo mexicano, donde infructuosamente acudió a las embajadas de Cuba y la URSS en busca de visado.
Pero más que nuevas claves sobre Oswald, lo que muestra una primera aproximación a los papeles es lo que todo el mundo sabía: Estados Unidos tenía en Latinoamérica su patio trasero. Hacía y deshacía. Mataba, intoxicaba y espiaba a placer. Un juego de poder sostenido y, en muchos casos aberrantes, que no le sirvió para evitar la muerte de su trigésimo quinto presidente.
En los informes liberados ayer por los Archivos Nacionales conviven, a primera vista, mucha chatarra informativa, memoriales desfasados, justificaciones de gastos e informes dispares junto con tramas ya conocidas de operaciones exteriores contra líderes que les eran incómodos. Veneno para matar a Fidel Castro, vuelos clandestinos a Cuba, cargamentos de armas destinados a liquidar a Leónidas Trujillo, espías en la embajada cubana de México, dinero negro en Costa Rica, colaboradores de la CIA en Honduras, El Salvador, Guatemala… Un manual del espionaje que practicó Estados Unidos en plena Guerra Fría y que promete dar en los próximos días nuevas sorpresas.