Mientras todo el mundo está a la espera de los resultados de la votación británica, en este artículo repasamos la historia de 'desamor' entre Londres y Europa, explicamos los argumentos de ambas partes en cuestión, y analizamos las posibles consecuencias de un eventual 'Brexit' tanto para el Reino Unido, como más allá de sus fronteras.
La palabra 'Brexit' –acrónimo de 'Britain' ('Reino Unido') y 'exit' ('salir')– entró en uso hace unos años por analogía con otro concepto, el de 'Grexit': escenario hipotético de la salida de Grecia, afectada por la crisis económica, de la zona euro.
Al mismo tiempo circula en los medios una voz cuyo significado se opone al de la anterior: 'Bremain', que es acrónimo de 'Britain' ('Reino Unido') y 'remain' ('permanecer').
La desconfianza de los británicos hacia el proyecto de la integración europea no es algo nuevo.
En 1957, Francia, Alemania, Italia, Países Bajos, Bélgica y Luxemburgo firmaron el Tratado de Roma para crear la Comunidad Económica Europea, la predecesora de la Unión Europea. Anteriormente, los seis países habían invitado al Reino Unido a participar en las negociaciones previas, pero Londres rechazó la invitación e incluso intentó boicotear el proyecto, ofreciendo un plan alternativo.
En los años posteriores, ante el éxito de la nueva asociación y el declive británico, el Reino Unido se dio cuenta de su error y en julio de 1961 pidió entrar en la CEE, pero su adhesión fue vetada por Francia.
En 1973, Londres finalmente logró entrar en el bloque, pero muy pronto la opinión pública sobre las ventajas y desventajas de la adhesión en la comunidad se dividió, y en 1975, el Gobierno británico celebró un referéndum sobre la permanencia o salida de la CEE. Sin embargo, la mayoría de quienes participaron, alrededor del 67%, votó a favor de la permanencia en las instituciones comunitarias de entonces.
A mediados de la década de 1990, después de la creación de la Unión Europea, los euroescépticos se unieron en el Partido del Referéndum. La formación participó en las elecciones de 1997, pero no logró entrar en el Parlamento, y, poco después, dejó de existir.
Otra organización con ideas similares –el Partido de la Independencia del Reino Unido (UKIP)– llegó a tener más éxito: en 2014 se impuso en las elecciones al Parlamento europeo.
El actual episodio empezó en 2013, cuando en un discurso, el primer ministro David Cameron prometió que si era reelegido en 2015, renegociaría la posición del país dentro de la Unión Europea y convocaría una consulta popular sobre la permanencia en el bloque comunitario.
Una de las principales quejas sobre la UE es su complejidad burocrática. Los partidarios del 'Brexit' sostienen que las directivas de la Unión obstaculizan la economía y limitan la soberanía británica.
Para los euroescépticos, la UE es una fuente de gastos innecesarios, en la que el Reino Unido invierte unos 14.400 millones de dólares al año, alrededor del 0,5% de su PIB.
Otro argumento tiene que ver con la restricción de la migración, ya que los partidarios del 'Brexit' ven a los inmigrantes como una amenaza para el mercado laboral y una carga social.
De hecho, los líderes de la campaña a favor de que el Reino Unido abandone la Unión Europea ya han anunciado que endurecerían las condiciones para que los europeos se instalen en el país si ganan el referéndum.
"El derecho automático de todos los ciudadanos de la Unión Europea a venir a vivir y trabajar en el Reino Unido se terminará", indica el comunicado emitido a principios de junio por Michael Gove, ministro de Justicia británico; Boris Johnson, exalcalde de Londres, y Priti Patel, secretaria de Estado para el Empleo.
Por su parte, los que se oponen al 'Brexit' argumentan que la salida del país de la UE le costará mucho más caro que lo que gasta actualmente, y que cortar los lazos con sus socios europeos tendrá consecuencias catastróficas para la economía y el comercio del país. También señalan que abandonar la Unión pondrá en peligro la influencia de Londres en el mundo.