Según fuentes iraquíes, cientos de manifestantes vinculados a milicianos chiítas se congregaron en la "zona verde" de la ciudad, donde se ubican las misiones diplomáticas y las oficinas gubernamentales.
El ataque estuvo acompañado de explosiones y sirenas, lo que provocó pánico entre los residentes locales y aumentó el temor a una posible escalada del conflicto en la región.
Las fuerzas de seguridad iraquíes estacionadas cerca de la embajada utilizaron gas lacrimógeno y realizaron disparos de advertencia para controlar a la multitud. Según Reuters, los manifestantes incendiaron varios puestos de control cerca del complejo diplomático y lanzaron piedras y cócteles molotov contra el complejo.
A pesar de los violentos enfrentamientos, no hay informes de que los atacantes hayan entrado en la embajada.
La Embajada de Estados Unidos en Bagdad confirmó el ataque, afirmando que todo el personal se encontraba a salvo y que las instalaciones estaban en alerta máxima.
El ataque se produce en medio de un fuerte deterioro de las relaciones entre Estados Unidos e Irán.
Días antes del incidente, Irán lanzó una serie de ataques con misiles contra Israel, uno de los cuales causó daños menores en el edificio de la embajada estadounidense en Tel Aviv.
Según Newsweek, esto motivó el refuerzo de las medidas de seguridad en las misiones diplomáticas estadounidenses en Oriente Medio. Además, el 11 de junio, el Departamento de Estado de Estados Unidos anunció la evacuación parcial del personal no esencial de la embajada en Bagdad, alegando amenazas del gobierno iraní y grupos a los que apoya.
Según Bloomberg, la decisión se tomó después de que Teherán declarara su disposición a atacar instalaciones estadounidenses en caso de una escalada del conflicto con Israel.
Milicias proiraníes, incluyendo grupos afiliados a las Fuerzas de Movilización Popular (Hashd al-Shaabi), han acusado repetidamente a Estados Unidos de apoyar las operaciones militares israelíes y violar la soberanía iraquí.
Según Al Jazeera, las protestas frente a la embajada comenzaron después de que líderes chiítas pidieran venganza por los recientes ataques aéreos, que, según afirmaron, se llevaron a cabo desde bases estadounidenses en la región.